Mari
Ángeles
Sancayo
Poesía… luego existo
Me toca presentarme así que vamos allá…
La mayoría de las personas con las que me relaciono me conocen como Mari.
Más cercano, más directo.
Soy Terapeuta Ocupacional y Traumaterapeuta y desde 2004 he trabajado en el ámbito infanto-juvenil y del acompañamiento familiar tanto en el entorno escolar como en clínica privada (SAMAY Centro de Desarrollo Integral). Especialización en Integración Sensorial, Proveedor Básico DIRFloortime®, en proceso formativo en SAI (Sensory Attachment Intervention), amplio conocimiento en temas de co-regulación y procesos de desarrollo de la autorregulación …
Éstos son algunos de los “títulos resumen” de un extenso recorrido formativo que se ha forjado a medio camino entre la sensación, que cargamos muchas mujeres, de que nunca es suficiente lo que sabemos, y el puro disfrute y vicio por entender más de cómo funciona lo humano y tratar de encontrar algunas respuestas a mis infinitas preguntas.
Nunca he sabido, ni tampoco he querido, separar del todo mi proceso personal del profesional. No entiendo otra forma de hacer que desde lo que soy, desde lo que me inspira, me conmueve, me preocupa, y me da un sentido de para qué hago lo que hago. Desde este lugar, inevitablemente, mi forma de hacer terapia ha ido evolucionando a la par que han ido evolucionando mis retos, vivencias, desvelos y esperanzas personales. Me he caído del guindo muchas veces, y en muchas versiones, y seguiré cayéndome las veces que haga falta, porque en este ámbito, como en todos los demás, sigue habiendo demasiadas máscaras, demasiada neutralidad y demasiadas palabras bonitas para tanta violencia que se sigue ejerciendo.
Tengo una visión humanista y centrada en la persona. Mi herramienta principal de trabajo, y mi tabla de salvación personal, siempre ha sido el juego y el vínculo (conocimiento y conexión como principal recurso para generar un proceso terapéutico significativo para la persona, donde se sienta sentida, protagonista y con competencia para ser y hacer).
Esto de la tabla de salvación personal lo descubriría muchos años después, gracias a eso de ir a terapia a mirarme la cara B, (también la C, la D y la E) de mí misma. Y sí, creo que ser terapeuta implica compromiso con el autoconocimiento, y con hacerse responsable de las cosas que nos pasan, para saber qué y cuánto de lo que pones en juego en la relación con otra persona, es tuyo.
Nunca he sabido, ni tampoco he querido, separar del todo mi proceso personal del profesional. No entiendo otra forma de hacer que desde lo que soy, desde lo que me inspira, me conmueve, me preocupa, y me da un sentido de para qué hago lo que hago. Desde este lugar, inevitablemente, mi forma de hacer terapia ha ido evolucionando a la par que han ido evolucionando mis retos, vivencias, desvelos y esperanzas personales. Me he caído del guindo muchas veces, y en muchas versiones, y seguiré cayéndome las veces que haga falta, porque en este ámbito, como en todos los demás, sigue habiendo demasiadas máscaras, demasiada neutralidad y demasiadas palabras bonitas para tanta violencia que se sigue ejerciendo.
Tengo una visión humanista y centrada en la persona. Mi herramienta principal de trabajo, y mi tabla de salvación personal, siempre ha sido el juego y el vínculo (conocimiento y conexión como principal recurso para generar un proceso terapéutico significativo para la persona, donde se sienta sentida, protagonista y con competencia para ser y hacer).
Esto de la tabla de salvación personal lo descubriría muchos años después, gracias a eso de ir a terapia a mirarme la cara B, (también la C, la D y la E) de mí misma. Y sí, creo que ser terapeuta implica compromiso con el autoconocimiento, y con hacerse responsable de las cosas que nos pasan, para saber qué y cuánto de lo que pones en juego en la relación con otra persona, es tuyo.
También ha sido cuestión de años, descubrir que jugar es algo muy serio. El juego tiene múltiples facetas y dimensiones, y es trascendente en sí mismo.
Es el vehículo en el que avanza la infancia y es nuestra responsabilidad no mal usarlo y deformarlo a nuestra neurosis adulta y social.
Dar por supuesto que cualquiera sabe jugar por el hecho de haber jugado, es como dar por hecho que cualquiera sabe cocinar por el mero hecho de llevar toda la vida comiendo. Jugar de verdad implica vincular y estar presente, con una misma y con la otra persona.
Y esto tampoco surge sólo de querer que ocurra, ni tiene nada que ver con lo que la mayoría hemos aprendido sobre lo que implica relacionarse.
Y así, de Vinculación y Juego, y su relación con apego, trauma y regulación va la revolución con la que sumo.
Desde hace 11 años, de forma paralela, me he dedicado al ámbito de la formación (dirigida tanto a profesionales de diferentes disciplinas como a familias), con el objetivo de generar una mirada defensora y comprensiva del desarrollo infantil y la atención a sus necesidades reales (vinculares, de seguridad, de regulación, de juego, de participación y de pertenencia). Y por aquí quiero seguir sembrando en mis próximos pasos. La infancia necesita de voces adultas que hagan altavoz de la suya y yo, que siempre he querido ir a la raíz de las dificultades que me encontraba en mi trabajo terapéutico, no puedo seguir negando que el camino sigue por aquí.
Me gusta la naturaleza. Caminar por ella es como llegar a casa y me recarga y conecta de una forma que pocas más cosas logran. Sentarme en una piedra a escucharme en el horizonte que veo es mi forma favorita de silencio. Escribir fue mi pasaporte más directo a preservar cierta salud mental en la adolescencia y no he dejado de hacerlo desde entonces.
Desde hace 11 años, de forma paralela, me he dedicado al ámbito de la formación (dirigida tanto a profesionales de diferentes disciplinas como a familias), con el objetivo de generar una mirada defensora y comprensiva del desarrollo infantil y la atención a sus necesidades reales (vinculares, de seguridad, de regulación, de juego, de participación y de pertenencia). Y por aquí quiero seguir sembrando en mis próximos pasos. La infancia necesita de voces adultas que hagan altavoz de la suya y yo, que siempre he querido ir a la raíz de las dificultades que me encontraba en mi trabajo terapéutico, no puedo seguir negando que el camino sigue por aquí.
Me gusta la naturaleza. Caminar por ella es como llegar a casa y me recarga y conecta de una forma que pocas más cosas logran. Sentarme en una piedra a escucharme en el horizonte que veo es mi forma favorita de silencio. Escribir fue mi pasaporte más directo a preservar cierta salud mental en la adolescencia y no he dejado de hacerlo desde entonces.
Percibo el mundo en imágenes y palabras (poética, me gusta llamarlo) y aunque tengo una forma de procesar la información profundamente simbólica e intuitiva, nunca he dejado de esforzarme por organizar la información de forma estructurada y coherente, y por encontrar la explicación teórica y verbal para que otros me entendieran y no sentirme una rara. La ciencia de la terapia le llaman. Pero también, ahora empiezo a sentirme con derecho de ser más yo misma, y a reconocer que la terapia en la que creo no existe, sin arte y sin alma. Y curiosamente, ahora que cuento con argumentos de sobra de por qué tiene que ser así, cada vez es más pequeña la necesidad compulsiva de tener que justificarlo.
Me nutren cosas muy dispares, que tienen en común su capacidad para “encenderme” o entusiasmarme. Siempre he tenido muchas inquietudes y me ha tocado aprender a convivir con todas ellas, y la sensación perenne de frustración de que nunca tenía suficiente para todo lo que me gustaría. No sé si es casualidad, pero cumplir los 40 (y todo el curro personal acumulado jajaja) me trajo una capacidad más calmada para ir caminándome todo esto, y ya no me apetece tanto estar corriendo detrás de la vida. Ahora, de vez en cuando, logro que sea ella la que me recorra a mí y voy aprendiendo a saborear lo que me va tocando.
Y bueno, casi sin darme cuenta parece que ahora lo que va tocando es cerrar esta presentación y tratar de responder a la pregunta …
¿Cómo he llegado hasta este proyecto?
Pues la verdad es que algunas de esas inquietudes me llevaron a encontrarme, hace unos años, con el clown y con su poder transformador. Amo su poética, su simbolismo y las puertas de mí misma que me ha permitido traspasar, ayudándome a crecer tanto en mi vida como en mi trabajo.
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Hemos crecido y aprendido mucho la una de la otra y hemos descubierto que juntas se multiplican las cualidades de lo que tenemos para ofrecer.
Y así, tras meses de una caída de guindo, en paralelo, de las épicas, es como nace, ahora, Círculo In-Par. Personalmente, estoy aquí con el propósito de generar juntas procesos formativos de calidad.
Quiero poder compartirme desde esta forma propia de entender la terapia infanto-juvenil y el acompañamiento familiar, fruto del recorrido e integración de la experiencia y conocimiento sembrado todos estos años.
Hemos crecido y aprendido mucho la una de la otra y hemos descubierto que juntas se multiplican las cualidades de lo que tenemos para ofrecer.
Y así, tras meses de una caída de guindo, en paralelo, de las épicas, es como nace, ahora, Círculo In-Par. Personalmente, estoy aquí con el propósito de generar juntas procesos formativos de calidad.
Quiero poder compartirme desde esta forma propia de entender la terapia infanto-juvenil y el acompañamiento familiar, fruto del recorrido e integración de la experiencia y conocimiento sembrado todos estos años.
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